lunes, 11 de marzo de 2013

El sueño de Resident Evil 4 alternativo


Esto sucedió hace mucho mucho tiempo, era el año 2005, fecha en la que salió a la venta el Resident Evil 4, por ese entonces recuerdo que me compre la Gamecube explícitamente por jugar a ese juego y al Metal Gear Solid : Twin Snakes, son los 2 únicos juegos que me compré para esta videoconsola, yo en esta época, era un friki magnánimo, y mi mente y cuerpo se dedicaban plenamente a los videojuegos y el frikismo… (Buenos tiempos eran)
Tal era la excitación que tenía por la salida del Resident Evil 4, que luego al jugarlo me decepcionó un poco, el 2 y el 3 fueron los mejores Resident´s que existieron para mi, y el cuarto, supuso un cambio drástico que marcaría el resto de los Resident Evil, se habían convertido en un juego de acción en vez de Survival Horror.
Mi mente, ante tal bajón decidió soñar un día, y solo un día una historia alternativa y alejada de toda lógica relacionada con RE:4.
No es un sueño que tenga archivado, escrito o guardado en un archivo .doc, pero lo recuerdo como si lo hubiese soñado ayer….Quizá mi mente a partir de ahí aprendió a separarse en varias partes y una de ellas aún permanece en aquel lugar soñado por unos cuantos….
Un día cualquiera de una semana cualquiera de un mes cualquiera, me acosté en mi cama de 90cm; el sueño vino a visitarme pronto, con ansias, deseando llevarme a su terreno lo más rápido posible para que yo permaneciese lo máximo posible en su estancia, alejándome de la rutina a la que están sometidos los humanos normales incapaces de ver un poquito más allá de lo que tienen enfrente.
Los párpados se cerraron, lentos, pesados y una sensación placentera me recorrió cada parte de mi cerebro, entrando en un estado de satisfacción difícil de alcanzar por otros medios.
Al abrir los ojos  me encontraba en un camino, ya era ajeno al mundo normal, me encontraba en un bosque, con tonos anaranjados y marrones propios de un mes de otoño, los rayos del sol se colaban entre las ramas de los grandes árboles, clavándose en el suelo con un tono rojizo que delataba sus ganas de ocultarse un día más. La visión era preciosa, me hubiese quedado observándola si no hubiese escuchado un gemido detrás de mí, me giré rápidamente y me encontré a dos amigos, eran Raul y Jose.  Estaba despertando al igual que yo, tras hablar un rato no supimos como aparecimos allí.
A nuestras espaldas había una pared de unos 5 metros de altura, era como la pared de un barranco, escarpada y resbaladiza, por lo que ir en esa dirección obviamente era inviable.
Así que avanzamos por el camino del bosque, a algún lugar tendría que llegar. Para cuando emprendimos la marcha, los rayos antes fuertes y firmes del sol, ahora débilmente se dejaban ver, y el cielo se oscurecía poco a poco. Teníamos que avanzar rápido, pues la noche no sabríamos que peligros podría depararnos.
Desde varios lugares del bosque, llegaban ruidos, sonidos prolongados, como si alguien arrastrase los pies entre las hojas caídas de los árboles, y unos débiles pero constantes jadeos que cada vez sonaban más cerca.
Aceleramos un poco el paso, más por el miedo que otra cosa, íbamos en silencio,  preferíamos prestarle más atención a los sonidos que se nos acercaban que a nuestras conversaciones por una vez.
Fue en un giro del camino cuando vimos al primero, un zombi atrapado entre unas zarzas, que al vernos se empezó a retorcer como poseído y vimos como las zarzas iban desgarrándole girones de piel de las piernas y los brazos,  su cara presentaba claros signos de putrefacción, y le faltaba el pómulo del lado izquierdo, dejando a la vista un brillante hueso blanco rodeado de sangre negra y muerta.
Empezamos a correr, pues el zombi no tardaría mucho en librarse de aquellos matorrales, y más si dependía de comer nuestra carne fresca y suculenta.
Al cabo de unos 2 kilómetros encontramos una caseta en el borde del camino, era pequeña y entre los 3 ocupábamos casi todo el espacio útil del interior.
Había una nevera  en la que solo había 1 botella de agua y unas barritas energéticas que no tenían muy buena pinta.
En la puerta colgaba la chaqueta de algún Sheriff, y había un armario de armas que nos vino realmente bien. Cogimos un rifle, una escopeta y un revolver del 48, por suerte había cajas de munición para un ejército, pero no teníamos donde llevarla, así que cargamos las armas y nuestros bolsillos de balas.
Después de hablar de lo ocurrido a ninguno nos sorprendía lo más mínimo, nos parecía hasta normal la situación.
Una congregación de zombis nos esperaba fuera de la cabaña, golpeando la puerta y las paredes, guiados solo por nuestro olor, carentes de inteligencia golpeaban la pared como si la fuesen a atravesar mágicamente.
Rompimos una ventana y empezamos a dispararles a todos en la cabeza, no resultó fácil, pues el retroceso de las armas no era algo que supiéramos prever y nuestra puntería dejaba mucho que desear, aun así limpiamos la zona, volvimos a coger munición y seguimos por el camino.
Avanzábamos lentos y precavidos, ya era plena noche y las nubes que se habían formado en el cielo no dejaban que la luna iluminase nuestro camino, por lo que tropezar con ramas y piedras se convirtió en una rutina.
A los 20 minutos de abandonar la caseta nos encontramos una linterna en el suelo encendida, había casquillos usados a su alrededor pero no había nadie cerca, la cogimos y alumbramos al frente, se veía un reguero de sangre que acaba en el cuerpo de una persona tirada en el suelo mientras dos zombis se daban un festín en su honor.
Los matamos a los dos,  nos acercamos al cuerpo y las náuseas invadieron nuestras gargantas provocando que vomitásemos los tres. Era realmente espantoso, uno de los zombis se había dado un atracón de intestinos, por lo que sus tripas estaban esparcidas por el suelo, y el olor era asqueroso, el otro se había comido la cara de aquel tipo y no quedaba nada reconocible…
Dedujimos que era el Sheriff, pues llevaba una camisa de uniforme, botas militarles y un cinturón para el arma, y un cuchillo del que Jose no dudo en agenciarse.
Tras recuperarnos seguimos nuestro destino, esta vez a un paso más rápido y seguro que antes,  la linterna nos vino muy bien.
Tras unos pocos metros, observamos a lo lejos la entrada del pueblo, como estábamos en una posición elevada podíamos ver la disposición de las casas y la extensión de terreno que ocupaba, era pequeño, apenas una aldea, la entrada al pueblo estaba formada por dos grandes casas alargadas de dos pisos que hacían de pasillo hacía la plaza, al otro lado de la plaza había una iglesia. A su derecha una calle con cuatro casas a cada lado terminaban en un lateral de la montaña en el que había una pequeña fuente, a su izquierda había como más calles, pero dudo mucho que la población superase las 80 personas. Había una granja y varias extensiones de cultivos en la lejanía.
Con precaución nos acercamos a la entrada del pueblo, estaba extrañamente silencioso, pero debía haber alguien, las hogueras no se encienden solas.
Al avanzar más, vimos a unas personas, me iba a adelantar para saludarles y que nos contasen que estaba pasando, pero Raul tiró de mi hacía atrás ocultándome de nuevo en la oscuridad del bosque.
— ¡Mira bien coño!, esas no son personas normales. — Me soltó un poco irritado.
Tenía razón, si te fijabas se veía que no eran muy amigables, de su hombro colgaban unas ametralladoras que pareciese que hablasen por ellos, estaban patrullando alrededor de la plaza, De las casas en forma de barracones de los lados llegamos a oír un sollozo de un niño, uno de los guardias se acercó u abrió la puerta de golpe, un señor salió corriendo empujando al guardia que lo hizo caer de espaldas. El otro guardia preparo su arma y sin dudar disparó atravesándole la rodilla y haciendo que su hueso se astillase y asomase entre la piel.
El hombre sollozando de dolor en el suelo, fue arrastrado hasta el centro de la plaza, a los pies de la hoguera, de pronto del otro barracón salió un hombre inmenso, era grande, fuerte y su cara te inspiraba un profundo temor que tu consciencia te decía que te alejases lo más posible de aquel lugar.
Se acercó al hombre herido, y mirando al otro barracón empezó a  hablar:
— ¿Esto es lo que me ofrecéis a cambio de dejaros vivir? ¿LA TRAICION? — grito tremendamente irritado.
Acto seguido elevó al hombre por el cuello y lo puso a la altura de su cara.
Mirando al barracón donde intuimos que el resto del pueblo estaba recluido, ejerció fuerza con su brazo, se tensaron sus músculos y unas venas afloraron por su antebrazo, y en ese instante … vimos como el cuello del aldeano reventó y su cuerpo cayó al suelo, inmóvil, y su cabeza permanecía en las manos de aquella bestia, acto seguido, abrió la boca y masticó lentamente la cabeza de aquel pobre hombre.
Sin decir nada, se dio la vuelta y se metió en el barracón…
Estábamos jodidos. 

Continuará....
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